lunes, 28 de junio de 2010

Juan Downey.

Juan Downey.


El acto vomitivo
como proceso de la producción.




La condición de verse envuelto en un taller de pintura, es una de las condiciones primeras a hacerse pintor; de tener un taller, pinturas, pinceles y médiums para poder plasmar los pigmentos sobre la tela o sobre algún soporte. Pero esto conlleva, según Downey, a hacerse adicto, pero esta adicción va más allá del deseo de pintar y el degustar de ser pintor, sino que va al punto de la adicción por el elemento volátil con el cual se diluye la pintura.
Downey logra pensar en la gente que se vuelve adicto a la pintura a tal punto de que sigue pintando sin alguna razón convincente. Esta acción de seguir pintando por el gusto la relaciona con el hecho de usar aguarrás para diluir la pintura y el estar encerrado en el taller y aspirar esta sustancia. Al aspirar esta sustancia tan volátil genera una adicción para volver al otro día y seguir aspirando el deseo de pintar.
Downey destaca el hecho de esta adicción como algo impregnante y cegador. Te impregna a tal punto de poder seguir pintando y concentrarte en la pintura dentro de tu taller, hasta quedarte encerrado en tu taller y logras seguir pintando y pintando. Esta adicción al diluyente es una particularidad de poder continuar pintando y poder apreciarle el gusto a pintar, de encontrar procesos y concentrarse en mejorar la técnica, la pincela etc.
Ahora, Downey trata de subrayar el hecho de cegarte con el acaparador hecho de volverte adicto al aguarrás. Este efecto cegador se trata de que uno sigue pintando con la única razón de estar impregnado con el olor de aguarrás y te ciegas para no poder desarrollar tu obra. Sino que lo único que desarrollas encerrándote con la sustancia volátil es mejorar tu técnica, pero no tu obra.
Downey utiliza el video como medio para hacer su obra. Ve más allá y sabe que la obra la técnica es solo un medio para sostener la obra. Piensa en el resultado más allá de querer utilizar una técnica en específica. Lo que implementa es el hecho de empezar una obra desde el punto de visualizar el resultado y no empezando con la técnica plástica y buscar un posible resultado. Busca un proceso donde comienza pensando cómo ganarle a la constancia de permanecer en una técnica, sino de conseguir proyectarse. Y proyectarse no solo en tiempo, sino con los procesos de producción.
Los procesos de producción que utiliza Downey son el colocarse desde afuera y pensar la obra, y no colocarse desde mi técnica y mi persona para la producción de mi obra. Traspasar los límites que conlleva el producir desde las viseras, el pintar de la guata hacia la tela hecho que nombrábamos anteriormente. El pintar de las viseras conlleva a cegarse a nuevos lenguajes, a poder mirar hacia lenguajes nuevos, incluso a poder mirar la técnica desde tu obra.
Los procesos que Downey ocupa son procesos que hoy se ocupan y alcanzan a sostenerse como procesos de producción vigentes. Las obras que hoy se producen hablan de los procesos que hemos estado hablando y se construyen desde una mirada a posteriori. Se trata de procesos de pensar antes de construir, de calcular antes de poner un clavo. Son procesos que hablan de una producción consciente y no inocente, ya que el pintar a base de la adicción al aguarrás es una acción totalmente involuntaria y repetitiva con el tiempo.
Ahora según Downey esta acción de permanencia en el hecho de pintar desde las viseras proyectan resultados diferentes a los que usa él, pero este proceso visceral no está exento de demostrar una producción inteligente. En el inconsciente de pintar desde la guata podemos verlo como un proceso de vomito, pero después del vómito viene el hecho de recortar, seleccionar, remirar y volver a construir. Son procesos que se pueden mezclar, como dice Bourriaud, jugar a ser un “discjockey” y poder ser un programador y poder tomar estos resultados técnicos hechos desde las viseras e insertarlos en nuevos contextos. Así después de se instala en una red de códigos, signos y significados muy diferentes a ser solo un vómito de pintura.
El hecho vomitivo, visceral y antropológico de pintar inconsciente e inocentemente solo se soporta si eres capaz de poder canalizar los procesos posteriores sin caer en cegarte con la adicción al aguarrás en la producción de tu obra.

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