Al incurrir en una sociedad siempre encontraremos en la periferia un vivir distinto de lo que es el centro de una sociedad. Esta construcción de ciudad periférica se basa en un adecuarse y acoplarse a la ciudad centro, pero no es tan distinto de como suele percibirse desde un punto lejano del lugar mismo. La mirada que uno puede tener de estos lugares no siempre es muy grata, y esto es debido a que toda idea que se tiene de estos lugares es una construcción social, política y cultural, y por consiguiente no natural.
Este mundo simbólico “sólo puede sostenerse por su propio peso, esto es, no puede ser directamente referido a lo real”, por lo tanto, el sujeto verdadero, el del psiquismo más íntimo, jamás va a acceder ni a lo simbólico, ni a lo real; está encerrado en el inconsciente, salvo cuando se deja asomar, por medio de ciertas fugas, pero cuyo reconocimiento e interpretación sólo tendrá posibilidad por medio de un psicoanálisis. Por esto, Lacan ha postulado que “el yo es el otro de sí mismo, incorporado, asimilado, adherido en cierto modo sobre sí lo mismo que un patrón inadecuado”, pues el sujeto está desdoblado en el orden simbólico a través de un significante que lo representa en el discurso, pero no en la realidad. Quien no se inserte satisfactoriamente en el mundo simbólico, para Lacan, transgredirá el orden social e, irremediablemente, desajustará su vínculo con la “realidad”. Desde esta incapacidad surgirán, entonces, todas las alienaciones del ser humano. Así estas poblaciones se crean a base de los parámetros y constructos de la sociedad central de la cual viven apegados, todo lo que aprenden, saben y articulan viene del mundo de la ciudad con todos sus simbolismos. También los prejuicios de esta periferia es construida bajo los parámetros y constructos sociales, políticos y culturales, y al modo que no cumplen, quizás, estrictamente con estos, quedan apartados a la periferia y juzgados bajo estos modelos. Como dice Lacan toda sociedad se construye a partir de otras, nada se construye solo.
Esto desde el punto de vista que aquí se esboza, no es más que una mera construcción social y, por lo tanto, está desvinculada por completo de un condicionamiento “natural”. Por el contrario, este sustrato es sólo la base sobre la cual se han creado una serie de constructos de índole social y político, y, por ende, de dominación.
Usando el término de Guy Debord, "sociedad del espectáculo," donde el margen o el borde tienen más interés para los medios de difusión masiva que la representación del promedio de la sociedad. Debord nos da a entender la historia de la vida social como “la declinación de ser en tener, y de tener en simplemente parecer”. “El espectáculo no es una colección de imágenes”, Debord dice, “en cambio, es una relación social entre la gente que es mediada por imágenes[1][1]
Entonces esta fragmentación de la imagen será la relación social con la cual haremos remirar y reconstruir.
[1][1] Debord, Guy, La sociedad del espectáculo (1967), editado en Miguel Castellote 1976, reeditado por Pre-Textos (2000 y 2003).
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