Está famoso el Lito
Pura mala suerte. El destino que le pegó su patá en el culo y lo tiró justito en medio de ese tremendo lío puto. Chino me contó que esa noche había como un mal olor en el aire, así que prefirió no ir y se quedó viendo una película de karate en la tele. Es que igual cualquiera entendía que tarde o temprano algo malo iba a pasar. Además que el Lito la pilló copetiniando en ese puticlub de Maruri y se quedó lelo porque estaba con los tipos que venden pasta en el sector sur, aunque disimuló lo que más pudo para no pasar por gil, pero al rato de tomar unos piscos se puso pendenciero y mientras pegaba combos y patadas, lloraba con tanta pena que cualquiera lo trataba de maricón desde esa vez. Además, Riqui que era casi su hermano se fue de lengua y les contó a los de la esquina que la cagá que quedó en el puticlub fue porque le rompieron el corazón, y es que Lito siempre lo buscaba cuando estaba bajo y le compartía unos papelillos y hablaba y hablaba sin parar de ella. Los de la esquina estuvieron gritándole fletito cuando lo vieron pasar en la mañana, pero el Lito se comió las ganas de meterle algunos tiros de puro buena gente que era y porque para él el vecindario era sagrado, y además los hueones no sabían la verdadera historia de lo que pasó y todavía faltaba por pasar.
Ella apareció un día, hace un par de meses, contoneándose como una estrella de teleserie, preguntando dónde quedaba la casa del Lito, y los cabros chicos la siguiero¬n muertos de la risa esperando que, en cualquier momento, quedara clavada en el piso por esos inmensos tacos aguja, pero más por mirarle el culo que lo tenía súper bonito.
Lito estaba en la casa esa mañana porque era domingo y se quedó durmiendo hasta tan tarde que no fue siquiera a ver el partido de la Final de la Primera adultos, en la cancha grande, así que salió todo desaliñado a abrir y se puso colorado cuando la vió con tanto cabro chico acompañándola, y más por verla a ella, así de sorpresa y por primera vez. Claro, la modelito entró despacio, como si fuera una reina, tratando de que no la tocara nada de la casa que estaba más inmunda y pasada a macoña. Hablaron como una hora y Lito la fue a dejar al colectivo todo creído cuando pasó por la esquina y los cabros le aplaudían, pero para puro hueviarlo porque se veía chistoso al lado de la tremenda mina.
Riqui supo que ella le dijo a Lito que trabajaba de cajera en un supermercado y el amermelado le creyó al tiro. La Luli volvió esa noche al puticlub más contenta que no sé qué porque el Lito de puro ahuevonamiento le fió diez lucas de una y por eso la Luli bailó en pelotas como si estuviera bailando en el cielo y dejó el fierro echando humito como cinco minutos. Tuvo tanto éxito que los hueones más bacanes se la peliaban para culiársela. Desde ese día el Lito se creía cabrón ya que la “cajerita” llegaba a la casa cada vez más seguido y cada vez más rica, pues la mezcla de pasta y pico como que hacía que le brillaran los ojos y le dejaba todavía más redondo el culito rico. Cuando llegaba a la casa ella se le tiraba encima, pero de puro interesada no más, aunque el Lito se avivó un poco y le empezó a pasar la pasta a cambio de cachas, pero eso está prohibido terminantemente por el Guatón Fano, que no será exactamente un pez de los más gordos en la Población, todavía, pero siempre ha tenido la custión bien clara.
Y con tanto amor ya como que no comenzó a cuadrar la caja. Pero el Lito sigue y sigue con la misma de puro empotado que estaba, hasta que el Guatón Fano le mandó unos mensajes indirectos, suliminales que le dicen y le cobró lo que le debía con hora y fecha, lo que era raro en el Guatón porque el Guatón es duro, pero confía en su gente. Entonces, con el urgimiento, el Lito se acordó del Nacho y con esa idea metida en la cabeza, como que empezó a cagarla de frentón.
Al hueón genio se le encendió la ampolleta y se le discurrió que todo lo resolvía con una mexicana piola, y que el Nacho estaba pintado para esos trámites. El Nacho se estaba agrandando en la Población, porque había sido cariñoso con los Ratis en el asunto de los hermanos Litre, que asaltaron el banco allá arriba, y ocupó gratis las calles de los colocolinos para sus ofertones de pasta, haciendo que comprarle al Guatón Fano se volviera un lujo de marajá. Con eso el Lito, pensó que se sacaba el lío puto que se le venía con el Guatón Fano, le daba una mano al Guatón con el negocio, y se aseguraba una semana completa de cachas en el Nevada con la mijita rica de la Luli.
Pero esa noche el Nacho estaba acompañado con el Rana y con el Rata. El Nacho lo esperó desde temprano, pensando que al otro gil lo pillaría en pelota y que el asunto sería de sacar y llevar no más, pero como esa noche el Nacho llegó acompañado con el Rana y con el Rata quedó la mansa cagá. Es que el Lito ya andaba razonando con el pico en esos días, y se tiró al agua pato, sin usar para nada la terraza. No hubo ni presentación porque dobló el dedo de entradita y como el parcito tampoco reaccionaba en cámara lenta, sacaron los sables igual que si fueran samurais de verdad, los agilados, y el Lito casi se cagó de puro miedo al verlos. Entonces, con el culo a dos manos, se puso a tirar tiros como si las hueás fueran gratis y le puso un tercer ojo al Rana y le sacó las tripas al aire al Rata, que chillaba como una idem. Y así el Nacho se vio de repente igual que el Chapulín Colorado, mirando para todas partes, sin saber que mierda hacer para que el Lito no se lo diera vuelta ahí mismo. Pero el Lito si se sentía campeón se abuenaba como la abuelita juana que a todos nos ama, así que cometió su segundo error cuando vió que el Nacho le rogó de rodillas, como mariconcito que es, para que le perdonara la vida. Y el Lito se la perdonó. Recogió el paquete que igual tenía su enjundia y lo dejó ahí, gimiendo y coleando. Después de dejar el pasaje de los colocolinos más ensangrentado que mesón de carnicería, el Lito se anduvo relajando y se fue derechito a resolver sus cuentas, sin entender que la cosa recién estaba empezando, no más.
Lío puto para todos, señores y señoritas, cuando llegaron los Ratis y el Nacho, sintiéndose en familia, les contó lo que le había pasado. Dieron vuelta la Población los ratis buscando al de la quitada, aunque todavía no sabían que el Lito estaba detrás de tamaña cagadita. Salió apretando media población, y hasta a las viejas macoñeras que siempre trabajan tranquilas y no las molesta nadie se le anduvieron cayendo los colaless por el miedo a caer en cana. La tele llegó como una plaga y había más periodistas que Pacos metidos hasta en el water de las mediaguas, preguntando las mismas huevás de siempre y hablando de la pobreza.
El Guatón Fano se fue de churretera cuando supo lo que le había pasado al Nacho así que de primerita salió rajando a su otra casa, que es la legal y tiene televisión satelital y jacuzzi, pero dejó el encargo para que le averiguaran la verdad verdadera, y rapidito. Cerró el boliche por un buen rato para irse a la segura, pero más que nada quería al carajo que dejó la mansa cagá para poder atrincárselo , como quien dice, personalmente.
Mientras tanto, el Lito como si nada. Como no encontró ni un alma, partió feliz de la vida a la playa con la Luli, dispuesto a darle y darle hasta que duela, como dicen. Pensando que los ratis se olvidan pronto de algunas cosas y que al Nacho todavía no se le cortaba la diarrea, apagó la tele y se dedicó a gozarla como chanchito en barro. Le sacaron chispas al catre del Nevada, se miraron a los ojitos y corrieron en cámara lenta por la playa, igual que en esa película de la Yulia Roberss que dieron en el Canal cinco el otro día. La Luli se portó como una dama al lado del Lito y el Lito la paseó orgulloso por el centro, aunque se veía más negro y más feo todavía acompañado del monumento de mina que llevaba del brazo, y ni se daba cuenta como la gente se reía cuando pasaban por el lado. Hasta se le pasó por la cabeza proponerle a la Luli entrar a casarse de una vez y hasta que la muerte los separe, pero después de un momento se dió cuenta que no había nada que hacer todavía, pero que era cosa de tiempo. El Lito es hueón, pero nunca tan hueón.
Así pasó más de una semana y el Lito y la Luli, que estaban más perdidos del mundo que no sé qué, decidieron que tenían que volver. El Lito para ver cómo estaban por aquí las cosas y, todavía en secreto por lo del supermercado, la Luli para que no la echaran cagando del puticlub, pero yo creo que más de nostalgia por los picos que había dejado en remojo.
La Población estaba todavía ocupada por la ley. En las esquinas los cabros chicos se mataban de la risa de los Pacos, que hacían guardia durmiendo arriba de las mansas micros verdes. Casi nadie más andaba por los pasajes y las viejas para sapear barrian una y otra vez los antejardines. El Lito llegó sin problemas a la casa, sólo tuvo que mostrarle el carné a un sargento que recién habia terminado de dormir la siesta. Hasta respiró aliviado el gil, pensando que la gueá parecía que se iba a normalizar porque no lo habían zurcido a balazos de entradita. Pero cuando comenzó la noche y golpearon a la puerta, al Lito casi le da un patatús de puro urgimiento, porque era Chino que iba entregarle un recado urgente del Guatón Fano.
Chino me contó que la noche olía a podrido y que a pesar de que el Guatón Fano le dijo que fuera y aprovechara de echar una canita al aire, Chino prefirió quedarse en la casa y ver una película de artes marciales que daban a las diez en la tele.
Pero Riqui sí fue porque quería inaugurar una camisa roja nueva de maraco que le mandaron de Miami y más que nada porque lo ordenaba el jefe. Se fueron junto con el Lito hacia el lado sur donde los esperaba el Guatón Fano con unos giles poderosos para hablar un poco de negocios. Pero sólo un poco en verdad, porque por algo se juntaron en el Babilonia, un puticlub de la calle Maruri con carne de la mejor selección. Un cuchitril lleno de luces rojas y unos focos movedizos que echaban flashes que ponían los dientes súper blancos, y una música re fuerte. Las minas salían a bailarle a ellos no más, una canción alegre y una lentita, y le ofrecían el culo y las tetas en bandeja, pero los hueones se las daban de importantes y ni las miraban siquiera mientras jugaban con el hielo de los wiskis, y le decían al dueño que los dejaran solos en el privado. El Tano y Rolo, que eran bacanes en el sector sur le ofrecían no sé qué negociados al Guatón, y el Guatón que estaba re contento terminó ofreciéndole no sé qué puesto importante al Lito, que se esperaba otra cosa por lo de la quitada al Nacho y por lo mismo le daba no sé qué aceptar. Pero de la pura sorpresa también se puso contento el Lito y pidió un pisco puro tras otro, el agrandado, para celebrar.
Al rato eran como viejos amigos y por todo se cagaban de la risa. El Guatón le tomaba la cabeza al Lito y le decía: tú soi como un hijo para mí, y el Lito se ponía serio y le decía: y tú soi como una madre para mi, y volvían a cagarse de la risa. Las minas de nuevo salieron a bailar y a empelotarse con cara de caliente, y todo era fiesta todavía hasta que pasó lo que tenía que pasar. El Tano que era re parecido al Rolo, pero con una tremenda cicatriz en la cara, le dijo al Guatón que como muestra de amistad tenía que darle un buen regalo. Y la Luli salió a bailar.
El Riqui dice que ahí mismo empezó a quedar la cagá. La Luli miraba al Lito con cara de miedo y el Lito se hacía el duro y trataba de disimular. El Tano llamó a la Luli y le dijo: mijita, voy a presentarle a un amigo . Y el Guatón Fano, contestó tímidamente: para servirle, señorita. El Lito echando chispas se tomaba un pisco y otro más, como en el póquer, mientras la Luli, que agarraba confianza, se sentaba en las rodillas del Guatón Fano, le decía algo calladita al oído y los dos se morían de la risa. Entonces, el Lito, que ya estaba escabeche, como que no aguantó más cuando le oyó al Guatón lo de la francesa, y haciendo pucheritos le dió un tremendo empujón a la Luli, mientras le gritaba que se iba porque no quería ensuciarse con putas. El Rolo, sin pensarlo dos veces, le mandó un feroz combo en el hocico. El Riqui se portó como debía y lo defendió con una patada voladora. De repente el puticlub se llenó de hueones que salieron de no sé dónde, pero que venían con el Tano y con el Rolo, y volaron las sillas y llovieron los combos, y el Lito peleaba con pura furia, y llorando con mucha pena. Hasta que al hueón lo tentó el diablo, sacó la pistola y se puso a regar supositorios para todos lados, pero buscando más que nada al guatón cochino del Fano. La gritadera era de las mil putas y la desbandada de carrera de caballos. El Tano y el Rolo sacaron sus fierros y le pusieron algunos tiros, mientras arrancaban. El puticlub quedó como después de la guerra: La Luli en un rincón lloriqueando a moco tendido, hueones adoloridos, espejos quebrados, sillas rotas, minas histéricas chillando, el Guatón Fano esparcido como una inmensa foca sangrante, durmiendo el sueño final entre las mesas.
El Lito desapareció varias horas, escondido quién sabe dónde. Después, la historia del puticlub cundió y cundió la historia también de que la Luli, además, le había soltado a la poli lo del Lito con el Nacho. Lío puto el que se le venía al Lito, que mientras tanto había estado acumulando rabia y nublándose la mente con la huevá de pasta que todavía le estaba quedando. Lo vieron pasar unos hueones esquineros que para dárselas de choros le gritaron fletito, sin saber lo que se venía. Iba para la casa a cargar el esmitihueso que todavía no se le enfriaba, porque empezaba a hacerse famoso el Lito. Y es que estaba funao y se caía y caía de a poco, y era inevitable el porrazo. Por eso el Lito ya estaba más muerto que el par de pacos lesos que lo pararon en la esquina para detenerlo, y que se fueron derechito al cielo de los pacos con dos tremendos hoyos en medio de la guata que les depositó como si nada. En realidad, había como un mal olor en el aire durante todos esos días. Todos estaban nerviosos, como esperando algo. Siguió con la tremenda ni que cagá que se desató con los helicopteros que pasaban bajito levantando las planchas de zinc y volándole hasta los calzones que tenían tendidos las viejas en sus patios, las sirenas de las patrullas, los pacos allanando casas, los ratis quebrándose arriba de las camionetas con las metralletas al aire. Olía a muerte más que a basura y a leña de las estufas; la Población olía a fiambre, de frentón. Pero al Lito ya no le importaba nada porque tenía la mollera hecha mierda y, a más remate, con la angustia, así que, como el hombre invisible, salió enterito y rajando, y como era más tonto que las palomas no se le ocurrió nada mejor que volver a la casa y arrasar. Fue como una tromba lo que le cayó al hueón, porque se le venía el acabo de mundo, y aunque lo mejor era fondearse, dejó que la tontera mandara y esperó que llegara un ejército de pacos dispuestos a hacerlo mierda. Y aguantó varias horas el Lito; en la tele lo mostraron disparando desde la ventana, gritando chuchadas de puro enojo que tenía, o llorando a gritos después, llamando a la Luli como con pena. Por fin salío humo de la casa y después llamas, y el Lito gritando y disparando salió corriendo también para que como quinientos pacos de una lo hicieran charqui. Ni alcanzó a llegar a la calle, es que en realidad hace rato que el Lito no iba a ninguna parte; es que esa hueá del amor, también, onubila.
texto: enrique sepúlveda
ilustración: felipe duart
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